Adicción a la comida
Adicción a la comida
La adicción es la necesidad patológica que siente la persona
por conseguir placer a través del consumo de una sustancia o del estímulo
producido por ciertas conductas. Dicha necesidad resulta insaciable e
incontrolable, afectando psicológica y fisiológicamente a quien la siente.
Cualquier cosa podría convertirse en una adicción, y aunque lo más común es la
adicción a los psicoactivos tales como las drogas, el cigarrillo y el alcohol,
o bien ser adicto a ciertas acciones o actividades como los juegos de azar y
las relaciones sexuales, también es posible volverse adicto a la comida, e
incluso existen alimentos que, por su composición, son considerados más o menos
adictivos que otros.
No se trata de que
los elementos que forman parte de estas comidas sean propiamente adictivos,
pero por su sabor y algunos compuestos, estimulan el sistema de recompensa del
cerebro y producen hormonas que ayudan a disminuir los niveles de ansiedad y
estrés; esto, que podría resultar positivo, se convierte en todo lo contrario cuando
la persona no es capaz de dominar sus ansias por comerlos, con o sin hambre, y
se vuelve dependiente a la sensación de placer que éste les produce.
¿Por qué algunos
alimentos son adictivos?
Repercusiones de la
adicción a la comida
¿Cómo prevenir la
adicción a algunos alimentos?
Con frecuencia se
dice que los alimentos más sabrosos suelen ser los que causan mayor adicción en
las personas, pero ¿por qué sucede esto? La respuesta se encuentra en el
sistema de recompensa del cerebro, un mecanismo para la supervivencia que forma
parte del sistema nervioso central y que regulado por neurotransmisores,
responde a ciertos estímulos de placer o desagrado. Las comidas abundantes en
sal, azúcar y grasa, en su mayoría alimentos procesados, forman parte de esos
estímulos de placer, y de forma similar a como lo hacen las sustancias
psicoactivas, segregan la famosa hormona de la felicidad: la dopamina, que se
libera en mayor medida con este tipo de alimentos que con otros más saludables
bajos en esos aditivos.
Consumir estas
comidas que distan de ser plenamente saludables causa adicción con gran
facilidad, e incluso sin que la persona se percate de ello, debido a lo
accesibles que son, lo gustosas y la rapidez con la que actúan en el organismo.
Resulta más factible volverse adicto a la comida que a las drogas o el alcohol,
puesto que la necesidad natural de comer promueve que la persona siempre esté
en búsqueda de satisfacer el hambre; la persona comienza a pensar en comidas
calóricas que otorgan la sensación de llenura inmediata y causan satisfacción
con mayor intensidad. El pensamiento anticipado que lleva a la persona a
visualizar la gratificación de comer ciertos alimentos aumenta la necesidad de
consumirlos.
Algunas de las
principales causas por las cuales las personas comienzan a padecer adicción a
la comida son los trastornos de ansiedad, depresión y el estrés al que se
encuentra sometido el individuo, ya sea por problemas personales, laborales,
sociales o de cualquier índole. La dopamina que se libera tras comer y saciar
la ansiedad; en especial después de comer un alimento considerado adictivo,
reduce los niveles de las emociones negativas, lo que hace que la persona
quiera seguir comiendo aun cuando no sienta hambre, puesto que no satisface su
apetito. Esto solo aumenta su ansiedad por seguir comiendo, y si no lo hace, se
detiene la segregación de la dopamina y los sentimientos negativos se perciben
con mucha mayor intensidad que antes.
Los alimentos
adictivos no calman el afán por comer; por el contrario, aumentan el deseo de
seguir consumiéndolos y la frecuencia con la que lo hacen, lo que puede
conllevar a desarrollar cierta tolerancia; esto significa que la persona se
acostumbra a ellos, por lo cual le producen cada vez menos satisfacción, y
terminar por aumentar aún más la ingesta de los mismos.
Como en cualquier
adicción, difícilmente alguien adicto a la comida de este tipo se
percata de su conducta antes de estar sumergido en el problema, lo cual
complica aún más la posibilidad de que intente detener o reducir la ingesta de
alimentos poco saludables. Los estímulos de placer que producen los alimentos
adictivos pueden llegar a bloquear otras fuentes de satisfacción, haciendo que
la persona se vuelva dependiente de la comida para sentir plenitud. Es allí
cuando la adicción comienza a volverse peligrosa, alterando el control del
individuo sobre su conducta y sus hábitos de consumo, originando desórdenes
alimenticios como la obesidad o el trastorno por atracón.
En el caso de
la bulimia y
la anorexia,
no se ha evidenciado que la adicción a la comida produzca estos trastornos,
pero éstos pueden surgir como consecuencia de un mal dirigido intento de la
persona por controlar la compulsión por comer, ya sea porque siente depresión y
ansiedad al comer demasiado, porque está o se percibe a sí mismo con obesidad o
bien porque se ha hecho consciente de su dependencia por ingerir
descontroladamente ciertos alimentos. Estos trastornos se vuelven entonces el
otro extremo de los problemas alimenticios, tan perjudiciales para la salud
como la adicción a comer.
Alimentarse
inadecuadamente con comidas que en muchas ocasiones resultan poco saludables y
con componentes adictivos como sal, azúcar y grasas, no proporciona la cantidad
de nutrientes necesarios para el funcionamiento del cuerpo y la buena salud; no
provee la energía necesaria para afrontar las distintas actividades del día,
produciendo fatiga y debilidad. A su vez ocasionan problemas de digestión, como
síndrome de colon irritable y reflujo, y si además no se consumen fibras la
persona puede sufrir hemorroides al originarse dificultades para realizar
adecuadamente el proceso digestivo.
Otras consecuencias
a largo plazo son los problemas de memoria y aprendizaje debido a que
los alimentos adictivos y la comida basura generan reacciones
químicas en el cerebro que perjudican el hipotálamo, la región asociada al
reconocimiento, deteriorando las capacidades cognitivas, además de que las
calorías dificultan el proceso de sinapsis neuronal; problemas circulatorios,
hiperglucemia y puede aumentar el riesgo de sufrir cáncer de colon,
enfermedades cardiovasculares, renales, del hígado, diabetes, demencia y
repercusiones tales como artritis, hipertensión y colesterol alto.
Aunque ciertamente
algunos alimentos con altas concentraciones de grasas, sal y azúcar pueden ser
más adictivos que otros, volverse realmente adictos o compulsivos a ellos
depende del grado de responsabilidad que tenga la persona para consumirlos
moderadamente. Estas comidas no son nocivas por sí mismas, es el ingerirlas en
exceso, lo que resulta perjudicial para la salud. Si se reduce la frecuencia y
la cantidad a consumir, no habrá peligro de producirse una adicción. Para
asumir responsablemente la ingesta de estos alimentos es necesario que las
personas sean conscientes de su comportamiento. Algunas de las señales que
pueden alertar sobre la adicción a la comida suelen ser sentir antojos por
comidas altas en grasas, azúcar y sal a pesar de estar saciados y no tener
hambre, el aumento de la irritabilidad al reducir o eliminar el consumo de
alimentos procesados y que surja la idea de comer como el primer pensamiento al
estar deprimidos, ansiosos o estresados.
Tras reconocer si
existe una dependencia a los alimentos adictivos es necesario reducir el
consumo de los mismos, y en lugar de ingerir comidas procesadas que energizan
el cuerpo inmediatamente pero cuyo efecto es efímero y termina por causar
fatiga, lo ideal es comer sanamente, saciar el hambre y brindar la energía
apropiada que el organismo necesita, aunque el proceso sea más lento.
No existe inconveniente
con utilizarla comida como recompensa para estimular el buen ánimo y disminuir
los niveles de ansiedad, sin embargo, lo más saludable es hacerlo con alimentos
naturales en lugar de procesados, de modo que el antojo desaparezca y no
aumente el deseo de seguir comiendo. Es importante que si ya existe adicción a
algún alimento en particular, ésta no se utilice como método de recompensa, ni
siquiera con una pequeña porción, pues el efecto será contraproducente y el
afán de comer resurgirá con mayor intensidad.
Otra recomendación
es no saltarse ninguna comida, para evitar luego comer en exceso y
descontroladamente debido al hambre. Si la persona sufre de ansiedad, un método
para liberar el estrés es hacer ejercicio; esto resulta mucho más saludable para
el cuerpo y todo el organismo, en especial para el cerebro, que se mantendrá
activo. Pero lo mejor es asistir a un psicólogo o psicoterapeuta si la persona
sospecha de un trastorno de ansiedad o depresión que no sabe cómo controlar,
pues podría seguir buscando estímulos insanos para combatir las emociones
negativas y volverse dependiente a ellos, sin llegar a enfrentar lo que en
realidad causa estos trastornos.
Psicólogos expertos
en el tratamiento para la adicción a determinados alimentos o a la
comida en general, afirman que para unos resultados óptimos usan
psicoeducación, fomento de la autoestima y técnicas que reemplazan estas
conductas adictivas. Además, también hay que diferenciar una adicción
alimentaria o simplemente una mala higiene alimentaria. Otro punto clave
confirmado por expertos y común a otros tratamientos psicológicos, es la
confianza que se tiene que crear entre psicólogo y paciente para así aumentar
su seguridad.
Karen Vásquez
Si a veces por motivos de ansiedad o estrés y otros, nos provocan no dejar de comer hasta que se convierte en adicción.
ResponderBorrarA veces la depresión, y estar sobre pensando constantemente nos llevan a buscar maneras de desahogarnos y una de ellas es comer mucho hasta llegar a la adicción
ResponderBorrargracias por tu información me fue de mucha ayuda y si creo que la adicción a la comida puede ser muy frecuente hoy en día
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